E-cigar, nuevos estudios vinculan su utilización a un mayor riesgo cardiovascular

El número de usuarios de cigarrillos electrónicos ha aumentado considerablemente en los últimos años. Mientras en algunos países son considerados como casi inofensivos y la industria lo comercializa para ayudar a la gente a dejar de fumar como una manera de reducir el daño por el tabaquismo, un creciente cuerpo de evidencia científica sugiere diversos efectos adversos para la salud poniendo en entredicho su supuesta seguridad colocandolos, de nuevo, en el centro de la polémica.

La última, media docena de estudios presentados en el Congreso Europeo de Respiratorio, celebrado esta semana en Milán, uno de los cuales ha demostrado, por vez primera, que los cigarrillos electrónicos con nicotina causan un endurecimiento de las arterias, el aumento de la presión arterial y la frecuencia cardíaca en los seres humanos.

Aunque se trata de un trabajo pequeño tiene implicaciones importantes ya que la rigidez arterial se asocia con un mayor riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares posteriores. «Nuestros resultados subrayan la necesidad de mantener una actitud crítica y cautelosa hacia los cigarrillos electrónicos, especialmente para los profesionales de la salud. Los usuarios de e-cigars deben ser conscientes de los peligros potenciales de este producto, para que puedan decidir si continuar o dejar de fumar sobre la base de hechos científicos», afirma Magnus Lundbäck, del Hospital Universitario Danderyd, Instituto Karolinska, de Estocolmo, (Suecia) y líder de la investigación.

Porque cada vez más se utilizan con esta finalidad, como ha comprobado el doctor Vardavas y su equipo tras examinar las tendencias en los intentos de dejar de fumar de los fumadores, con encuestas a casi 10.000 europeos en 2012 y 2014 (cuyos datos fueron extraídos de la encuesta especial del Eurobarómetro sobre el tabaco). Encontraron que el uso de la terapia de reemplazo de nicotina disminuyó (del 14,6% 2012 a 12,2% en 2014) pero, en cambio, la experimentación con el e-cigar con el fin de dejar de fumar aumentó (de 3,7% en 2012 a 11% en 2014).

Otros dos trabajos, presentados en el congreso, destacan los riesgos asociados con el uso de estos dispositivos, especialmente para aquellos que también fuman cigarros convencionales. El primero examinó 122 de los líquidos de cigarrillos electrónicos más vendidos en nueve países europeos (entre ellos España) y encontró que todos contenían, al menos, una sustancia clasificada como un riesgo para la salud.

El segundo, una encuesta a más de 30.000 personas en Suecia, comprobó que su uso es más común entre los que ya fuman, y que quienes utilizan ambos experimentan más síntomas, como una tos persistente, sibilancias y expectoración. «Los resultados muestran que una proporción de fumadores también está usando cigarrillos electrónicos. Podría ser que recurran a ellos cuando están en lugares donde no pueden fumar los convencionales, o podría ser que los utilizan con la esperanza de dejar de fumar, un argumento usado a favor de éstos, pero nuestro estudio no apoya esta tesis. Si ese fuera el caso, el uso de cigarrillos electrónicos tendría que haber sido más común entre los ex fumadores», asegura Linnea Hedman, científica de comportamiento en la Universidad de Umeå de Suecia, que presentó la investigación. Además, encontraron que las personas que usan ambos tienen más probabilidades de sufrir sibilancias, o una tos prolongada o productiva. «Es posible que algunos fumadores, que ya están sufriendo estos síntomas, quieren dejar de fumar por cambiar a los e-cigar, pero no lo están logrando. Por otra parte, podría ser que el uso de ambos productos cause peores efectos respiratorios que sólo tabaco».

«La línea de estos estudios coincide con que son dispositivos que no cumplen con criterios de seguridad y apuntan a que no es un método seguro para dejar de fumar. Aunque se necesitan hacer más estudios, la primera indicación es que no son cardiovascularmente seguros», asegura Carlos Jiménez, neumólogo y experto en tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).

A la preocupación de que los beneficios potenciales de los cigarrillos electrónicos para reducir el daño a los fumadores puedan ser superados por los riesgos de que puedan socavar los esfuerzos para controlar el tabaco habría que añadirle además, como señala la Separ, su potencial para proporcionar una puerta de entrada a la adicción a la nicotina o el uso de productos de tabaco.

Políticas divergentes

Pese a todo, en muchos países la estrategia es radicalmente opuesta a la emprendida en España y en la mayoría de países europeos respecto a estos dispositivos, donde existe una legislación más restrictiva. Es el caso de EE UU, donde su nuevo plan de control para reducir el número de fumadores –anunciado recientemente por la FDA– pretende disminuir los niveles de nicotina en el tabaco para reducir la adicción a los cigarrillos tradicionales apoyándose en este tipo de dispositivos. En palabras del Comisario de la FDA, Scott Gottlieb, «visualizar un mundo en el que los cigarrillos ya no creen adicción y en el que los adultos que aún necesitan o quieren nicotina puedan obtenerla a partir de fuentes alternativas y menos perjudiciales. Esta debe ser la piedra angular de nuestros esfuerzos».

La FDA vendría a sumarse a países como Canadá o Reino Unido, cuyo Departamento de Salud ya incluye el cigarrillo electrónico dentro de sus políticas antitabaco y, a principios de verano presentaba su Plan de Control del Tabaco en el que explícitamente recomendaba mantener al margen de las leyes antihumo el e-cigar, calificándolo como herramienta útil y pidiendo incluso mantener el derecho de los trabajadores a vapear en las oficinas.

Ambas decisiones han sido celebradas por la Asociación Nacional del Cigarrillo Electrónico y la Unión de Promotores y Empresarios del Vapeo (UPEV) calificándolas como una «potente herramienta contra el tabaquismo» pues, como apunta Arturo Ribes, presidente de UPEV «toda medida orientada a dificultar el acceso a los cigarrillos electrónicos obligaría a los usuarios a volver a los cigarros convencionales. Eso es exactamente lo que ocurriría en el caso de que se prohibiera la venta online en España».

Source: La Razón

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