Veneno de tarántula contra las quemaduras

Un equipo internacional de investigadores ha demostrado que una de las toxinas presente en el veneno de las tarántulas desactiva el canal que usan las neuronas para transmitir el dolor al cerebro, un hallazgo que ayudará a mejorar los tratamientos contra el dolor producido por las quemaduras, informa Eefe.

El dolor es el aviso del cuerpo de que algo no marcha bien. Nuestro cuerpo está lleno de terminaciones nerviosas especializadas en transmitir el dolor (nociceptores) que, al detectar un golpe, corte o quemadura, se activan y envían esa información en forma de impulso eléctrico hasta la médula espinal.

Una vez en la médula, una segunda neurona interpreta la información y la reenvía al cerebro, donde se traduce en dolor.

«Si pudiéramos modificar o frenar la primera conexión entre los nociceptores y la médula espinal, la información no llegaría al cerebro y, por tanto, no habría sensación de dolor», explica a Efe José Vicente Torres, primer autor del estudio liderado en el Imperial College London.

La investigación, que acaba de publicarse en The Journal of Molecular Medicine, se ha centrado en el dolor de las quemaduras porque es un dolor «extremadamente intenso y duradero».

«De entrada, el tratamiento clínico de una quemadura requiere levantar la capa superior de la dermis para dar salida a la piel nueva, un proceso sumamente doloroso al que hay que sumar el cambio de vendajes y los cuidados constantes para evitar infecciones», detalla el científico alicantino.

Pero además, el dolor de las quemaduras va en aumento e incluso puede continuar diez o quince años después, lo que provoca dolencias asociadas como desordenes mentales, depresión o suicidio.

Sin embargo, aunque los avances en el tratamiento de quemaduras de primer y segundo grado han mejorado la tasa de supervivencia en los países desarrollados, las opciones clínicas para combatir el dolor asociado a las quemaduras aún son escasas y con muchos efectos secundarios.

El objetivo del estudio era bloquear el Nav 1.7, un canal de sodio descubierto en la década de 1990 que actúa como ‘interruptor’ molecular de las neuronas y que decide (según la intensidad del impulso eléctrico) si la información se transmite o no al cerebro.

«Este canal de sodio, de hecho, es tan importante que cuando está mutado en humanos se puede experimentar el dolor en forma crónica y si está modificado al contrario confiere lo que se denomina insensibilidad congénita al dolor», explica el investigador.

En el estudio, los científicos aplicaron protoxina II (presente en el veneno de la tarántula) a los ratones y observaron que se reducía significativamente la transmisión del dolor a la médula espinal y que su efecto era similar al de la morfina.

«Conseguimos lo mismo que con la morfina pero sin los efectos secundarios del fármaco que, como cualquier opiáceo, reduce la tasa respiratoria y cardíaca, genera dependencia y, con el tiempo, pierde efectividad», subraya Torres.

Y aunque la toxina de la tarántula utilizada durante el estudio no es válida para su uso clínico, «lo importante es que se ha demostrado que bloquear el canal de sodio Nav 1.7 es útil para reducir el dolor en los pacientes quemados, y evitar los efectos secundarios derivados de las terapias y tratamientos actuales».

Nav 1.7 es, por tanto, una diana terapéutica en la que se pueden probar muchos fármacos que ya están en fase de pruebas para patologías distintas en las que está implicado este canal de sodio (como la eritromelalgia primaria o trastorno de dolor extremo paroxístico) y que podrían ser útiles contra el dolor de las quemaduras. EFE

Source: La Razón

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