Explican el vínculo entre el ejercicio y perder el apetito

En investigación que se describe en el número de este martes de ‘PLOS Biology’, investigadores del Colegio de Medicina Albert Einstein, en Estados Unidos, revelan que la respuesta a por qué el ejercicio de intensidad disminuye el apetito está en nuestra cabeza, más específicamente, en el núcleo arqueado.

El autor principal Young-Hwan Jo, profesor asociado de Medicina y Farmacología Molecular en Einstein, corre en una pista cerca de su casa tres veces por semana durante 30 a 45 minutos a la vez. Como muchos deportistas, notó dos cosas sobre los entrenamientos intensos: elevaron la temperatura de su cuerpo y redujeron su apetito durante varias horas después. «Soy un neurocientífico que estudia el hipotálamo, la parte del cerebro que desempeña un papel central en la regulación del metabolismo y el peso –relata–. Me preguntaba si ciertas neuronas hipotalámicas perciben que la temperatura aumenta y responden al calentamiento inducido por el ejercicio liberando un mensaja de ‘¡dejar de comer!’».

Cualquiera que haya sufrido una quemadura o que haya comido un chile jalapeño sabe que las neuronas sensoriales con receptores «detectores de calor» (llamados receptores TRPV1) abundan en el cuerpo. Esas neuronas reaccionan al calor físico y a la capsaicina, el ingrediente activo de los jalapeños y muchos otros alimentos picantes. ¿Podrían las neuronas cerebrales poseer receptores similares? El doctor Jo se centró en las neuronas proopiomelanocortinas supresoras del apetito (POMC, por sus siglas en inglés) en el núcleo arcuato (ARC, por sus siglas en inglés) del hipotálamo. Algunas de esas neuronas no están protegidas por la barrera hematoencefálica, por lo que pueden detectar y responder directamente a las hormonas y los nutrientes en la sangre. Se preguntó si esas neuronas también sentirían cambios en la temperatura corporal.

Para detectar y responder al calor, las neuronas POMC de ARC necesitarían receptores similares a los receptores TRPV1 de la capsaicina y sensibles al calor que se encuentran en otras partes del cuerpo. Jo y sus colegas tomaron tejido del hipotálamo del ratón que contenía neuronas POMC y expusieron el tejido a la capsaicina o al calor, para ver si dichos receptores estaban presentes. Efectivamente, tanto la capsaicina como el calor hicieron que las neuronas POMC se dispararan activando sus receptores. Aproximadamente, dos tercios de las neuronas POMC de ARC poseen tales receptores. Luego, vinieron experimentos que exploraban el papel de las neuronas POMC y sus receptores TRPV1 en la reducción del apetito y la reducción de la ingesta de alimentos. Jo y sus colegas encontraron que la infusión de capsaicina en el ARC de ratones redujo la cantidad de alimentos que comieron durante las siguientes 12 horas. Los investigadores pudieron prevenir esta supresión del apetito bloqueando primero los receptores tipo TRPV1 de las neuronas POMC o silenciando el gen que codifica esos receptores.

Cuando los ratones fueron puestos en cintas de correr durante 40 minutos, su cuerpo y las temperaturas de ARC aumentaron rápidamente, estabilizándose después de 20 minutos y permaneciendo en ese nivel elevado durante más de una hora. Después del entrenamiento, los ratones redujeron su ingesta de alimentos en aproximadamente un 50 por ciento en comparación con los animales que no se ejercitaron.

El ejercicio en la cinta rodante no afectó a la ingesta de alimentos en ratones cuyas neuronas POMC de ARC carecían de receptores TRPV1. «Nuestro estudio proporciona evidencia de que la temperatura corporal puede actuar como una señal biológica que regula el comportamiento de alimentación, al igual que las hormonas y los nutrientes», dice Jo, señalando que sus hallazgos podrían conducir a nuevos enfoques para suprimir el apetito o ayudar a las personas a perder peso.

Source: La Razón

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