¿Consumimos demasiados ansiolíticos?

El consumo de ansiolíticos está alcanzando unos niveles que pueden llegar a ser un problema de salud. Tal y como se refleja en la Encuesta sobre alcohol y otras drogas en España del Ministerio de Sanidad, la cifra es preocupante. El consumo se ha incrementado en los últimos años un 57%, es decir, más del doble. En el año 2015, el 22,8% de los encuestados estaban en la franja de entre 35 y 65 años y declaraba haber consumido este tipo de medicamentos alguna vez.

Lo peor de los datos es que la tendencia no baja, al contrario, sube cada año lo que demuestra que su consumo, como se advierte siempre desde las autoridades sanitarias, crea una fuerte adicción en la que cada vez se necesita más dosis. Los datos del Observatorio del Medicamento correspondiente al mes de enero de 2019, por la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles (FEFE), apuntan que en el top de medicamentos más vendidos en las farmacias se encuentran los ansiolíticos.

«Tenemos un problema con el consumo de estos medicamentos si se usan de manera prolongada ya que -sostiene Sergio Oliveros, psicoterapeuta y psiquiatra- son depresores del sistema nerviosos central que causan sedación, sueño y relajación muscular Su empleo incluye el insomnio, la ansiedad, el temblor, la epilepsia y la abstinencia alcohólica. Se dividen respecto a la duración de su efecto (larga, corta y ultracorta) y su potencia (alta, media y baja)».

Dentro de sus múltiples efectos secundarios por uso prolongado se incluyen la pérdida de memoria a corto plazo, disminución de la atención, tolerancia (necesidad de incrementar la dosis para obtener el mismo efecto), abstinencia (inquietud, ansiedad, contracturas musculares etc. al interrumpirse bruscamente su empleo) y dependencia (incapacidad para cesar su uso). Se observa que los ansiolíticos no son inocuos.

Algunos países occidentales están considerando prohibir su uso. Otros proponen una regulación como los mórficos. Entonces, ¿por qué se prescriben tanto en nuestro país? Probablemente por una intensa necesidad de gratificación inmediata de dos sentidos. «Por un lado, el paciente busca que su médico alivie rápidamente su ansiedad y el médico busca un remedio rápido para un problema que no sabe/puede afrontar de otro modo y, lógicamente esta no parece ser la mejor de las soluciones, no al menos a largo plazo», cuenta Oliveros.

Casi una tercera parte de la población española consumió el menos una vez ansiolíticos a lo largo de 2018. Las cifras de ventas confirman que, hasta la fecha, el consumo ha aumentado un 5% respecto al año anterior incremento que supera al experimentado por otros países europeos en el mismo periodo (en Francia incluso ha disminuido). «Las dificultades económicas, el estrés laboral, el aumento de la tensión social, las relaciones amorosas… Todo es una fuente de estrés, pero ¿es necesario su empleo para afrontarlo? La respuesta es: rotundamente no», asevera el experto.

Los ansiolíticos son recursos para resolver crisis epilépticas, abstinencias alcohólicas, crisis de ansiedad e insomnio transitorios. Pero nunca se deben emplear durante mucho tiempo. «Cuando se empiecen a tomar se debe saber muy bien cuándo se van a suspender y esa fecha no deberá estar muy separada del inicio. Los más adictivos son aquellos que producen un efecto más potente en un lapso breve de tiempo y cesan pronto de hacer efecto y que, precisamente, son los que más se prescriben: alprazolam, loracepam, bromacepam y lormetacepam», explica el profesional.

La automedicación, un problema

Es frecuente la llegada de pacientes a la consulta que han tomado con o sin supervisión médica ansiolíticos de alta potencia durante muchos años. «La explicación siempre es la misma: yo pensé que al ser tan sólo de un miligramo sería suave”, explica el psiquiatra. Y es precisamente al revés, los fármacos más potentes y peligrosos tienen dosis equivalentes más bajas: 1 mg de alprazolam (Trankimazin) equivale a 30 mg de cloracepato (Tranxilium).

«Un fármaco debe evitarse cuando los beneficios que ofrece no superan a los problemas que genera. Esta afirmación se aplica sobre todo en lo referente a ansiolíticos», cuenta Oliveros.

Otras maneras de afrontar la ansiedad con fármacos

«Cuando tengamos un cuadro de ansiedad prologada, el uso de ansiolíticos debe ser sustituido por otras medidas farmacológicas no adictivas (dosis bajas de antidepresivos sedantes, antihistamínicos etc.) y no farmacológicas. Pero esto es ignorado por muchos médicos y olvidado por muchos pacientes. Estos medicamentos nunca deberían ser empleados durante más de tres semanas de manera continua. Es mucho mejor la técnica guerrillera (dosis altas en momentos muy puntuales) que una dosis de loracepam todas las noches», afirma Sergio Oliveros.

Source: La Razón

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