Voluntarios

Donar dinero, ayudar a cruzar a un ciego, subir las bolsas a un anciano… son acciones que demuestran solidaridad y buena educación, pero no son un trabajo específico de voluntariado. Porque las voluntarias –mayoría según los datos- y los voluntarios dedican sistemáticamente parte de su tiempo libre a ayudar y cuidar a los otros sin cobrar, con el único afán de contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas más vulnerables y, por ende, del mundo.

Parece que el interés por hacer voluntariado ha descendido en los últimos tiempos. Según el último informe al respecto, solo alrededor de dos millones de españoles son voluntarios. Menos de una de cada diez personas mayores de edad. Sin embargo, estoy convencida de que este porcentaje aumentaría de forma reveladora si la gente supiese qué aporta a uno mismo esta labor.

Como algunos saben, soy fundadora, junto a otros compañeros, de “Caídos del Cielo”, una ONG con doce años de vida en la que realizamos talleres y espectáculos teatrales con personas excluidas, muchas sin hogar. Pues bien, les aseguro que esta labor nos ha cambiado la vida y la idea de la creación a todos. Yo ahora sé para que estoy aquí. Sé lo que es importante y lo que no. Sé lo que me hunde y lo que me levanta. Ellas y ellos, las personas sensibles y heridas con las que trabajo, son los que me levantan a mí. Son los que me llenan de energía. Son mi fuerza. Porque la experiencia nos ha hecho descubrir que unos y otros somos los mismos; que hoy por ti, mañana por mí; que la única forma de salir adelante con dignidad es dando lo que uno tiene, lo que uno sabe. Dar humor, cariño, compromiso, empatía, entusiasmo… En el teatro, además, hay actividades diversas y necesarias que realizar: iluminación, espacio escénico, música, vestuario, textos, dirección, montaje… Se agradece, asimismo, al que trae una tartita hecha con sus manos, al que encuentra un objeto mágico, o al que escribe poemas para los compañeros. Y todos, hasta las personas en situación más adversa, tienen algo que nos falta a los otros. Algo que dar. Para que esto funcione, tenemos que comprometernos desde la com-pasión – sentir con- y la conciencia. No se puede engañar. Hay que saber que estamos construyendo nuestro propio bien.

Ahora los científicos lo ratifican con estudios. Aseguran que la endorfina, la hormona encargada de producir la sensación de bienestar, alegría y confort en lo seres humanos, y que se manifiesta cuando hacemos cosas agradables, brota también cuando dedicamos tiempo a colaborar con las personas más necesitadas.

Hay que probarlo y ver lo que pasa. Uno se engancha enseguida a esa maravilla.

¡Voluntariado, salud y amor para todos en este 2020!

Source: La Razón

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *