El fin de las lágrimas de cocodrilo, gracias a una técnica endoscópica

La expresión “tener lágrimas de cocodrilo” hace referencia a quien llora con fingida pena o sin querer. Ya en el siglo I, el filósofo Plutarco comparó a quien lo hacía por haber cometido un asesinato con estos reptiles, que realizan este acto mientras se comen a sus presas. “Esto se produce porque las glándulas salivales y lagrimales están muy próximas y, al masticar, se activan ambas a la vez”, explica Carlota Ramos, oftalmóloga del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa de Sevilla, donde forma parte de un equipo multidisciplinar que aborda patologías que afectan al conducto nasolagrimal. “En la obstrucción del aparato lacrimonasal, el síntoma cardinal es la epífora, es decir, el exceso de lágrima que rebosa”.

Este tipo de obstrucción del nasolagrimal afecta fundamentalmente a mujeres a partir de los 45 años, llegando a alcanzar tasas de incidencia de hasta el 60% a partir de los 70. Para hacerle frente, los servicios de Otorrinolaringología y Oftalmología del citado centro médico, emplean la dacriocistorrinostomía (DCR) endonasal para dar solución al embotellamiento del aparato lacrimonasal por procesos inflamatorios de repetición en la mayoría de los casos. Se trata de una intervención quirúrgica endoscópica vía nasal, cuyo objetivo principal es tratar este tipo de patologías que provoca un lagrimeo casi constante sin desearlo. “Las dos causas mas frecuentes son la mala posición palpebral (ectropión y entropión) y la obstrucción del conducto lacrimonasal”, añade Ramos. “Es muy importante el diagnóstico por parte de un oftalmólogo oculoplástico con experiencia en el manejo de la epífora porque un número importante de los casos son mixtos e incluso algunos taponamientos se producen en los canalículos. En este último caso se precisa realizar una cirugía diferente llamada conjuntivodacriocistorrinostomía con colocación del tubo de Jones”.

El primero en realizar la DCR vía externa fue un cirujano italiano en 1904, permitiendo obtener entre un 90% y 95% de resultados satisfactorios respecto a la epífora y prácticamente el 100% en lo que se refiere a la infección. Sin embargo, en la actualidad, la vía externa tiende a ser sustituida por el acceso endonasal bajo control endoscópico, pues permite una curación más rápida y sin cicatriz cutánea, además de la posibilidad de abordar patologías nasales implicadas en la causa del proceso. “El tratamiento consiste en la creación de un canal entre el saco lagrimal y la cavidad nasal, pudiendo realizarse externamente o endonasalmente. La DCR persigue la creación de una comunicación mediante un orificio en el hueso lo suficientemente amplio para que no se vuelva a cerrar accediando a través de las fosas nasales. Es importante, al trabajar en un espacio tan estrecho y sujeto a inflamación, la precisión técnica y los cuidados posoperatorios de la cavidad nasal», explica esta oftalmóloga. Es por ello que, en este caso, la colaboración entre la oftalmóloga, quien diagnostica el cuadro obstructivo lagrimal, y el otorrinolaringólogo, quien participa en el tratamiento endoscópico, resulta imprescindible para alcanzar grandes resultados. Ambos trabajan conjuntamente en el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de todo el proceso hasta la curación del mismo.

El abordaje endoscópico endonasal ofrece ciertas ventajas, como la ausencia de cicatriz externa, menor tasa de complicaciones, menor tiempo de operación y preservación completa de la función de la bomba al evitar cualquier manipulación del musculo orbicular del ojo. “La mayoría de los pacientes es intervenida con anestesia local y sedación, por lo que pueden ir de alta el mismo día en régimen de cirugía mayor ambulatoria”.

Source: La Razón

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